Ayer fue mi cumpleaños. Sí, cumplí diecisiete años, no esta
mal.
El día no pudo
empezar peor. Me levanté sobre las diez y media de la mañana y sin cambiarme ni
ducharme ni nada me senté en la tele y me pasé hasta la una jugando a la Play.
Menudo vago; que manera más mala de aprovechar este día tan importante. Ya
sobre la una comí pronto por que tenía partido de hockey y adivinad, perdí.
Empezamos perdiendo cuatro a cero y ya fue imposible remontar. El partido acabó
cuatro a dos, y yo con el uno cero fallé una ocasión clarísima. Después de
terminar el partido mi padre se enfadó conmigo por pasarme una hora en el baño.
El día no iba nada bien. Pero todo cambió cuando llegue a casa de un amigo y me
senté en el sofá con una cervecita y experimenté lo que unos llaman la
"cerveza perfecta". Todas esas sensaciones las sentí. Empezamos a ver
el Barça - Madrid, y ya me empecé a alegrar. Termino el partido y yo ya era el
tio más feliz del mundo. Acabó lo mejor posible cuando después del partido me
veía contento con mis mejores amigos alrededor y disfrutando de una inmensa
alegría.
Y es que lo que
mal empieza bien acaba.
Joaquín B.
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